Puerta en el tiempo: Felipe II

Felipe II

Ahí estaba el Rey, de negro riguroso sentado ante ellos. El contraste de haberlo visto la noche anterior, en pijama y ayudando como el primero en la extinción del fuego, era si duda impresionante. Sin perder tiempo, don Felipe les invitó a sentarse ante él. El Monarca no apartaba la vista del reluciente emblema de la Seat que, sin duda, le llamó la atención. Los dos se mantenían inmóviles ante él sin pestañear. El Arcabucero sentía cómo su ansiado anhelo se hacía por fin realidad. El encuentro con el Monarca lo había imaginado postrándose ante él y rogándole el favor, pero en estos momentos el Rey compartía una admiración mutua. Sin duda, el episodio del día anterior fue el detonante de aquella reunión. Por otro lado, Fernando ya había tenido la oportunidad de verle de lejos en un par de ocasiones. Pero el recuerdo de las imágenes de los libros de texto con sus retratos pintados por los grandes artistas de la época, eran de una fidelidad asombrosa. El tío Tomás siempre había sentido una gran admiración por los reyes y conservaba en una de sus habitaciones, el árbol genealógico de la monarquía española acompañado de diferentes retratos de los reyes y reinas desde la baja edad media. Del que más retratos tenían era de “El Rey Prudente”, en su etapa de joven, en alguna de sus bodas y en varios de su madurez. Él conocía al dedillo uno de los que su tío le comentaba en algunas ocasiones. Lo pintó algunos años antes la maravillosa Sofonisba Anguissola y reflejaba con fidelidad el busto del Monarca en esos momentos. El color plateado del pelo indicaba la entrada en la cincuentena. La piel de su rostro, aunque denotaba el paso de los años, era blanca como la nieve. Sostenía una pluma de faisán con su mano derecha y la izquierda, inquieta, no dejaba de acomodar algunos papeles que había sobre la mesa. Pero lo que más le llamó la atención fue el cordón negro que soportaba el Toisón de Oro que colgaba de su cuello, rodeado por una gola impecable. Este collar solo lo vestía en las grandes ocasiones, por lo que Fernando se sintió doblemente alagado. Vestía un chaleco cerrado por más de una decena de botones y una capa colgaba de los hombros, todo de un riguroso e impecable color negro.

Fuente: fragmento del libro Puerta en el tiempo